Eran las 10 y 25 de la mañana del jueves 9 de febrero de 1967 cuando los huilenses fueron sorprendidos, por el terremoto de 7.2 grados que marcó la historia del departamento del Huila, por su paso devastador. Fue toda una tragedia.
El epicentro del terremoto del 67 se localizó a 58 kilómetros debajo de la Cordillera Oriental muy cerca del Corregimiento de Vegalarga. Se trata de una de las tragedias más grandes que ha vivido el departamento, más de 100 personas murieron y cerca de 240 resultaron heridas, hubo más de 1.000 viviendas destruidas, alrededor de 1.500 semidestruidas y más de 5.000 averiadas. Una situación sin precedentes que ha permanecido en la memoria de los huilenses por decadas.
Su profundidad hizo no solo que se sintiera en casi todo el país y con nefastas consecuencias en Huila, Tolima y Caquetá, sino que traspasó fronteras, a países como Ecuador, Venezuela y parte de Perú, a donde llegó el movimiento telúrico que parecía más el fin de mundo.
“Mi mama, nos contuvo a sus cinco hijos a la mitad del patio que había un empedrado, haga de cuenta una gallina protegiendo sus pollitos, eso hizo ella”, rememora Zoilo Chaux, reconocido dirigente gremial en el Huila y quien para la epoca tenía 14 años,
Hizo estragos
Las pérdidas se calcularon en al menos 200 millones de pesos de la época. En los municipios de Campoalegre, el sitio Vega de Oriente y la inspección de policía El Paraíso, de Algeciras, más de la mitad de las casas y edificaciones colapsaron.
Hubo licuación de suelos, las personas durante el terremoto ni siquiera podían mantenerse en pie, hubo deslizamientos y agrietamiento del terreno en 21 poblaciones entre los departamentos de Huila y Tolima, hubo bloqueo de carreteras. En Neiva, Pitalito, Altamira, Vegalarga y muchos otros municipios afirman haber visto ondas en el suelo de aproximadamente 50 cm de altura.
Tal fue el impacto del terremoto que los huilenses tardaron mucho en recuperar de algún modo la tranquilidad. Durante semanas la gente temía réplicas de gran magnitud, aunque en efecto el fenómeno tuvo en los tres primeros días alrededor de 20 réplicas de gran intensidad, y la estación sismológica de Bogotá registró hasta el 9 de marzo del mismo año, un total de 350 réplicas. La gente trasladó sus dormitorios a los jardines, solares y patios, por temor a quedar sepultados bajo los escombros de sus viviendas.
Hoy se cumplen 55 años de aquel devastador fenómeno natural que nos recuerda cuan vulnerable es la raza humana, ante la furia de la naturaleza.


